En el infinito mar de la existencia
Mi hogar no tiene puerta.
¿Actuo en un escenario o estoy sometido a él?
Lo que puede el dinero
Blackbird
Siempre en mi corazón
Ánimo
Solemos entusiasmarnos con los comienzos y deprimirnos con los finales. Únicamente unos pocos son capaces de experimentar con el mismo ánimo aquello que comienza y aquello que acaba, porque saben que ningún instante de la existencia es superior a otro, ya que la vida se conjuga únicamente en presente.
El instante vivo no se detiene ni espera.
El instante vivo no se detiene ni espera.
¿De que color son nuestros actos?
La honradez no se ocupa de las consecuencias que produce, las acepta y las afronta.
Si queremos producir determinados resultados que satisfagan a nuestro personaje, solo cabe sustituir la honradez por la astucia.
Podemos obrar con nobleza y franqueza sin preocuparnos de las consecuencias o con artimañas y astucia en procura de ciertos objetivos. En resumen: o actuamos honradamente o formamos parte de la corrupción. A menudo vemos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el nuestro.
¿De qué color son nuestros actos, del color de la honradez o del color de la búsqueda de la satisfacción personal?
Fortaleza
Actuar sin ir en busca de una recompensa no es posible para el común de los mortales. Todos obramos pensando en obtener satisfacción. Ésto es lo único que nos mueve y motiva. Sin este aliciente, la mayoría de los seres humanos quedaríamos en un estado de frustración y papanatismo total, sin saber qué hacer con nuestras vidas y obras.
Si eliminásemos los objetivos egoístas, nos encontraríamos todos sin combustible para seguir funcionando. Sin metas que nos conduzcan a la autocomplacencia ¿qué nos quedaría?... ¿la nada?... ¿el absurdo?...
¿Para qué vivir o accionar si no hay recompensa para nuestro esfuerzo?
¿Qué sentido tendría la existencia sin la búsqueda del propio bienestar?
La mayoría desconocemos que en el aquí y en el ahora hay una fuente de conocimiento vivo y transformador a la que únicamente se accede, por medio de la acción cotidiana, cuando se cambia la astucia por la honestidad.
La aventura del conocimiento empieza en la asunción de uno mismo, guiado por la espontaneidad de la propia inocencia.
Y como para poder expresarse libre y naturalmente es necesario disponer de fortaleza, dejo esta foto para que nos inspire en que paraje y con que materiales queremos edificar la nuestra...si este fuese el caso.
Si eliminásemos los objetivos egoístas, nos encontraríamos todos sin combustible para seguir funcionando. Sin metas que nos conduzcan a la autocomplacencia ¿qué nos quedaría?... ¿la nada?... ¿el absurdo?...
¿Para qué vivir o accionar si no hay recompensa para nuestro esfuerzo?
¿Qué sentido tendría la existencia sin la búsqueda del propio bienestar?
La mayoría desconocemos que en el aquí y en el ahora hay una fuente de conocimiento vivo y transformador a la que únicamente se accede, por medio de la acción cotidiana, cuando se cambia la astucia por la honestidad.
La aventura del conocimiento empieza en la asunción de uno mismo, guiado por la espontaneidad de la propia inocencia.
Y como para poder expresarse libre y naturalmente es necesario disponer de fortaleza, dejo esta foto para que nos inspire en que paraje y con que materiales queremos edificar la nuestra...si este fuese el caso.
Sensación
Me quedé allí en estado de éxtasis, durante lo que pareció un tiempo interminable; todo debe haber durado sólo unos minutos, acaso únicamente el tiempo que el sol brilló antes de llegar al horizonte, pero para mi fue la eternidad. Sentía que algo tibio y confortante brotaba del mundo y de mi propio cuerpo. Supe haber descubierto un secreto.(Carlos Castaneda)
La sonrisa del dios de barro
Igualdad
Fin de trayecto. (Bota de peregrino en Fisterra)
En cada flor de vida nos acecha la muerte
Solo la belleza es esplendorosa
La muerte nos acecha a todos por igual
El placer
Dejadme la esperanza - (Canción última)
Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias.
Regresará del llanto adonde fue llevada con su desierta mesa, con su ruinosa cama. Florecerán los besos sobre las almohadas.Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada.
El odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave.
Dejadme la esperanza. Poema de Miguel Hernandez |
Artimañas
Pienso en el humano y vienen a mi mente un montón de calificativos: "arregla futuros" “buscador de resultados”, “preparador de circunstancias”, “buscón de placer”, “quieromandarentodo”, “ombliguito del universo”, “topamí”, “quieroquemequieras”, “dame gusto donde tú sabes”…y un ciento más por el estilo.
Veo que, una vez satisfechas las necesidades básicas, la finalidad suprema de nuestra especie puede resumirse en tres palabras: placer, poder y prestigio. Todos queremos pasarlo de puro lujo, sujetar las riendas y que nos enjabonen bien la espalda. Y eso no es malo…lo que si no es bueno es la confusión que nos lleva a pensar que estos estados son la meta fundamental de nuestra existencia, porque el pensarlo nos obliga a poner al servicio de su consecución todos nuestros actos y pensamientos sin dejar lugar ni tiempo para nada más.
Dejamos de ser honrados con nosotros mismos porque la honradez interna no tiene como fin el provocar consecuencias. La honradez interna solo responde al instante presente con la mejor de las voluntades y la más alta de las razones posibles, sin tratar de obtener nada a cambio …. y eso nos asusta... porque actuar honradamente no garantiza el bienestar…No tener en cuenta el resultado de nuestra acción honrada, no prever a donde nos conducirán nuestros actos más dignos y solo actuar pensando en dar la mejor de las respuesta de la que seamos capaces, es tirar por la borda todas nuestras expectativas egocéntricas.
Ser honrados nos conduce a ser reales y el Ser Real nos importa un bledo si ese estado no nos otorga el título , personal e intransferible, de “Eterno Gozador Todopoderoso” con la sala llena de público puesto en pie y aplaudiendo.
Creemos que la mayor inteligencia es la que nos lleva a conseguir goce, mando y aplausos.
Yo opino que la verdadera inteligencia es la que nos guía hacia una percepción nítida de la realidad y no nos permite dejar de ser honrados con nosotros mismos.
Veo que, una vez satisfechas las necesidades básicas, la finalidad suprema de nuestra especie puede resumirse en tres palabras: placer, poder y prestigio. Todos queremos pasarlo de puro lujo, sujetar las riendas y que nos enjabonen bien la espalda. Y eso no es malo…lo que si no es bueno es la confusión que nos lleva a pensar que estos estados son la meta fundamental de nuestra existencia, porque el pensarlo nos obliga a poner al servicio de su consecución todos nuestros actos y pensamientos sin dejar lugar ni tiempo para nada más.
Dejamos de ser honrados con nosotros mismos porque la honradez interna no tiene como fin el provocar consecuencias. La honradez interna solo responde al instante presente con la mejor de las voluntades y la más alta de las razones posibles, sin tratar de obtener nada a cambio …. y eso nos asusta... porque actuar honradamente no garantiza el bienestar…No tener en cuenta el resultado de nuestra acción honrada, no prever a donde nos conducirán nuestros actos más dignos y solo actuar pensando en dar la mejor de las respuesta de la que seamos capaces, es tirar por la borda todas nuestras expectativas egocéntricas.
Ser honrados nos conduce a ser reales y el Ser Real nos importa un bledo si ese estado no nos otorga el título , personal e intransferible, de “Eterno Gozador Todopoderoso” con la sala llena de público puesto en pie y aplaudiendo.
Creemos que la mayor inteligencia es la que nos lleva a conseguir goce, mando y aplausos.
Yo opino que la verdadera inteligencia es la que nos guía hacia una percepción nítida de la realidad y no nos permite dejar de ser honrados con nosotros mismos.
El jardinero y el niño.
El hijo de los acaudalados dueños de la enorme mansión era un niño de unos nueve años al que le gustaba hablar con el jardinero, un hombre maduro que ya peinaba canas.
Un día en el que el jardinero estaba preparando un semillero y manipulaba con cuidado las pequeñas simientes, el niño comenzó a contarle sus proyectos.
-De mayor quiero ser como mi padre, mandar mucho y que todos me obedezcan.
El jardinero lo miró y sonrió, mientras seleccionaba los minúsculos granos.
- También quiero tener muchas viviendas para poder pasar temporadas en unas u otras según me apetezca, además de tener un montón de sirvientes y empleados que hagan todo el trabajo por mí.
El jardinero, sin dejar de atender a su labor, seguía sonriendo y dedicandole cortas miradas de atención
-Asimismo voy a tener muchos coches e incluso un avión, así seré más poderoso que mi propio padre, pues él no tiene aviones.
El jardinero, mientras depositaba las semillas en pequeñas macetas llenas de sustrato, elevó la cabeza y le dedicó una espléndida sonrisa
-Lo que no quiero es estar tan ocupado como mi padre, apenas lo veo y cuando está en casa, ni caso me hace, siempre está malhumorado y no juega ni se divierte nunca. Yo quiero divertirme y jugar continuamente.
El jardinero lo observaba sin dejar de sonreirle, mientras ordenaba en hileras las diminutas macetas y luego las regaba.
-Bueno, ya me voy – dijo el niño mientras anudaba el cordón de uno de sus zapatos - tengo muchas cosas que hacer, y si no las hago mi madre se enfadará. Hasta luego.
El jardinero dejando a un lado sus quehaceres, le dio unas cariñosas palmaditas en la espalda y sonriéndole con ternura se despidió de él.
El niño se alejó pensando – Que bien me comprende este hombre siendo un simple empleado…¡Ojalá fuese mi padre!
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