La honradez no se ocupa de las consecuencias que produce, las acepta y las afronta.
Si queremos producir determinados resultados que satisfagan a nuestro personaje, solo cabe sustituir la honradez por la astucia.
Podemos obrar con nobleza y franqueza sin preocuparnos de las consecuencias o con artimañas y astucia en procura de ciertos objetivos. En resumen: o actuamos honradamente o formamos parte de la corrupción. A menudo vemos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el nuestro.
¿De qué color son nuestros actos, del color de la honradez o del color de la búsqueda de la satisfacción personal?
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