En busca de la falsa corona.

Photobucket
Todo el mundo valora los resultados. Todos estamos ocupados en producir determinados efectos en los que imaginamos encontraremos nuestra felicidad.
Al hacer del bienestar propio nuestra última meta sólo somos libres de elegir los actos que pensamos producirán eso mismo. Todo otro acto no tiene existencia para nosotros.
Por nuestros deseos nos hacemos esclavos de lo ansiado y así perdemos contacto con lo absoluto. Por esto mismo nuestros actos se hacen relativos y en su relatividad todo valor se nos presenta como algo perecedero.
Al carecer de valores inmutables nosotros mismos perdemos valor ante nuestros propios ojos.
La búsqueda de placer, poder o prestigio son metas ilusorias y egoístas.
Placer, poder o prestigio sólo son aceptables cuando son consecuencia de actos puros y libres del deseo de obtenerlos.