La noche del solsticio de verano.

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Lo que sigue lo escribí hace muchos, muchos años, tratando de plasmar ciertas experiencias vividas intensamente y que modificaron mi vida y mis acciones, hoy en forma de cuento te lo dedico a ti Inma, para hacer más llevaderos tus días de hospital, no es casualidad que sea en el solsticio de verano del 2009:

Ayer, mientras entretenía mi mirada en las cambiantes formas de una hoguera y mantenía una agitada conversación conmigo mismo, me sucedió algo insólito. Súbitamente, envuelto por las llamas, apareció ante mí un rostro sonriente. Era una imagen real y nítida, que hizo que parase bruscamente mi cháchara mental.
Su asombrosa mirada me contemplaba detenidamente, sin que yo pudiese apartar mis ojos de los suyos. Sentí fluir, hacia mí, una energía que consumía todo lo que por naturaleza no me correspondía y que yo me había resignado a llevar conmigo, aceptándolo como algo propio.
De mi mente desaparecieron las palabras y las imágenes ocuparon su lugar. Me sentía incapaz de mantener mi diálogo interno. Aquí en mi cabeza se estaba produciendo un desgarro de todo lo viejo e inútil que yo llevaba en mi interior.
De repente, me inflamó un fuego desconocido. Estaba asombrado, el sufrimiento no estaba presente, no sentía dolor alguno y sin embargo todo mi cuerpo ardía. Me inundaba la dicha y experimentaba un gozoso éxtasis. Sentía que aquel fuego me protegía de la nada y del absurdo.
Repentinamente todo se hizo oscuro y de unos ojos vivos y ardientes brotó lenta y suavemente una voz. Cada palabra era como una gota de un líquido multicolor que al llegar a mi se desbordaba, sumergiéndome en un extraño mar de sorprendentes luces y colores. Brillos y destellos de una calidad corporal y sonora vibraban con suave gravedad.
Era aquel un lenguaje vivo que me empapaba refrescantemente, produciendo en mi mente una total vacuidad. Ya no disponía yo de datos acumulados a los que recurrir. Mi archivo cerebral, que con mis vivencias había ido llenando, lenta e inexorablemente, con todo tipo de informaciones, creando un pseudo-conocimiento, se consumía ahora repentinamente, sin que quedase la menor huella de que en esa parcela de mi mismo, había existido alguna vez un registro de pasadas experiencias.
Un gran destello surgió, diluyendo lentamente aquellos ojos y una luz que crecía acompasadamente en intensidad se apoderó del entorno. ¡Con que claridad percibía ahora la realidad! Todo era diáfano y transparente. Me sentía conocedor sin necesidad de estar anclado al pasado por medio de la memoria. Ver y saber se fundían en el más bello juego de amor.
Ahora comprendía: en la luz no anidan las tinieblas, en la acción perfecta no anida el ego, la extinción del ego no conduce a la acción perfecta. Si, ahora comprendía…
Cuanto sufrimiento quedaba atrás, cuanta dualidad y cuanta lucha inútil se difuminaban perdiéndose en la nada. El gran incendio todo lo ha consumido. El ver y el saber se funden ahora en mis ojos.
Nada ha cambiado, pero todo es diferente.