Negamos el ahora y sin sentirlo dimos paso al instante futuro. Comenzamos el baile y atados al primer movimiento no absorbimos lo suave de la plácida quietud. Danzando sin cesar olvidamos lo dulce del primer e inacabado impulso, sin saber que el movimiento comienza en el reposo. Y tenemos miedo. Miedo a que la inercia se muera en las manos del tiempo y nos encontremos todos, de nuevo, en el principio, repitiendo experiencia eternamente.
Ser uno, en el único espacio y tiempo posible, tal vez nos dignifique y nos permita discernir con claridad y acierto.
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